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El laberinto del descontento

Por qué las propuestas de cambio no llegan a cambiar nada.

Por

Marcelo Manucci

Doctor en Comunicación y Psicólogo

Las primeras investigaciones de la segunda mitad del 2020 mostraron los efectos psicosociales de la pandemia de COVID en la población caracterizados por el dolor de las pérdidas (familiares, afectos, proyectos, posibilidades), los temores sobre la salud personal y familiar, y la incertidumbre respecto de las condiciones laborales y profesionales (Manucci, 2021). Esta trama de emociones negativas se extendía como un manto de pesimismo en todo el mundo (Brenan, 2022).

Sin embargo, este cuadro de decepción, frustración y tristeza tenía raíces anteriores a la pandemia. Según el Global Emotion Report, en los dos años previos a la pandemia, los países industrializados habían registrado los índices de preocupación, estrés e ira más altos de la década. Por otro lado, el Stress in América Report del 2020 de la American Psychological Association (APA) describía un contexto emocional significativamente nocivo producto de factores estresantes omnipresentes que se agravaron durante la pandemia. Un pesimismo subyacente de años previos que ensombrecía las valoraciones de los americanos respecto de su futuro se fusionó con otras condiciones para culminar una década con más del 55% de la población con altos niveles de estrés, un 45% con sentimientos de preocupación y un 22% con un creciente sentimiento de ira social (Chokshi, 2019).

Bajo estas condiciones emocionales, la población recibió la pandemia e ingresó en el confinamiento traumático que tuvo consecuencias emocionales, psicológicas, sociales y materiales que aún hoy, dos años después, siguen sensibles.

La población vivió la pandemia con profunda preocupación, tristeza e incertidumbre que derivó.

A la salida del confinamiento, esa trama de emociones se transformó en un estado de enojo, indiferencia e inercia que enmarca las decisiones sociales actuales en términos de participación, compromiso y motivación de cambio.

Esta trama se caracteriza por cuatro dimensiones que expresan patrones de comportamiento que condicionan las posibilidades de renovación de las conductas, tanto en lo individual, grupal, como comunitario. Estas dimensiones se identifican como patrones sociales porque aparecen como figuras repetidas transversales en diferentes grupos de personas, en diferentes culturas y latitudes geográficas.

Refiere a un estado de pesimismo sobre el futuro que determina las acciones del presente. La extensión de la desesperanza conlleva la percepción de imposibilidad de cambio en las condiciones de vida personal que se amplía a la comunidad o la sociedad.

Este desánimo surge del dolor emocional por la ausencia o pérdida de un horizonte alentador, cuya expresión que se puede manifestar en tres tipos de reacciones:

a) Indefensión/resignación es una actitud de derrota que inhabilita cualquier intento de cambio porque la sensación de la persona es que “haga lo que haga, nada cambiará”.

b) Frustración/desilusión expresa un sentimiento de desamparo y traición por la pérdida de proyectos o ilusiones depositadas en algo o alguien que no llegan a cumplirse.

c) Resentimiento/desesperación conlleva una acción de revancha para canalizar el dolor de una traición; por lo tanto: “perdido por perdido, cualquier decisión de castigo es válida”.

Representa la modalidad narrativa que da forma a los acontecimientos contemporáneos y pasados a través de contenidos autorreferenciales que se extrapolan masivamente.

Estas postales sesgadas de la realidad tienen tres características significativas:

a) Hecho emocional representa la transformación del acontecimiento histórico en un descargo compulsivo del estado de ánimo de las personas que resuena exponencialmente en las redes sociales.

b) Secuencia sin contexto implica una fundamentación aislada de las fuentes, basada en los efectos de los recursos disponibles para editar, compilar, procesar los fragmentos de información.

c) Autoría emergente diluye la responsabilidad de las afirmaciones en un flujo de aportes masivos que replican fragmentos de contenidos fragmentados (en imágenes, frases, audios, videos).

Expresa la precariedad de los pilares de identidad comunitaria, los valores y principios que ordenan y enmarcan la convivencia.

Esta fragilidad afecta el sentido de pertenencia a un grupo humano generado por tres factores:

a) Liderazgo impostado o de laboratorio que genera respuestas estereotipadas, diálogos despersonalizados y desconexión de las realidades concretas de las personas.

b) Identidad vulnerada resulta de la desvinculación de grupos o comunidades debido a la ausencia de principios de convivencia y decepción con los valores compartidos.

c) Desamparo intelectual ante la frustración por la ausencia de respuestas, sobre todo las ideologías políticas y filosóficas que están distantes de las situaciones cotidianas.

Significa una compresión de los procesos personales en la búsqueda de respuestas inmediatas o soluciones accesibles a condiciones de supervivencia. Estos atajos conllevan la necesidad de escapar del presente, mitigar las condiciones de vida o volverlo pasado rápidamente.

La búsqueda de estos resultados se manifiesta en tres niveles:

a) Pensamiento mágico digital representa la confianza en la acumulación de información en “la nube” (Internet) para la resolución de respuestas a través de palabras claves, recetas anónimas o diálogos virtuales.

b) Química de supervivencia involucra placebos u opiáceos, legales o ilegales, necesarios para sostener la interacción personal con la dinámica cotidiana.

c) Indiferencia ciudadana producto del deterioro de la responsabilidad social en función de la supervivencia individual, lo cual puede tener implicancias desde la apatía social hasta la desidia e ilegalidad en los comportamientos sociales.

Las características de estas cuatro dimensiones representan condiciones transversales, sutiles, ignoradas o subestimadas en diferentes situaciones y estructuras sociales. A modo metafórico, lo que muestran estas dimensiones son hematomas emocionales, puntos de dolor que afectan movimientos, relaciones e intentos de cambio fallidos. Al mismo tiempo, muestran el laberinto que debe recorrer algo nuevo en la vida de una persona. Dar respuesta a las características de estas dimensiones es fundamental para generar condiciones de movilización hacia nuevas posibilidades de vida.

Las propuestas de cambio fracasan porque no empatizan con estos puntos de dolor, no sintonizan con este laberinto de condicionantes, o simplemente los ignoran o subestiman. Los líderes fracasan porque hablan sin experiencias históricas ni emocionales, creando narrativas superficiales e idealizadas sobre las implicancias de un cambio.

Los puntos de sintonía con estas cuatro dimensiones parten de cuatro preguntas clave que demandan respuestas que los líderes deben ofrecer para lograr movilizar a las personas de la indiferencia e inercia.

Esta pregunta busca un horizonte de referencia para creer que lo nuevo puede ser posible. La respuesta a esta pregunta debe brindar una inspiración trascendente que permita el movimiento de la desesperanza extendida. Esta pregunta debe proponer una invitación para salir de un estado de inmovilidad y sospecha que afecta a toda nueva iniciativa.

Esta pregunta busca una narrativa que sostenga las razones y los argumentos para intentar algo nuevo o diferente. La respuesta a esta pregunta debe crear la trama de significados que les permita a las personas encontrar anclajes de motivación. Las personas no se moverán de su presente si no encuentran algo que valga la pena arriesgar hacia el futuro.

Esta pregunta rastrea la credibilidad de los artífices del cambio. La respuesta a esta pregunta debe despejar la desconfianza debido a frustraciones en intentos anteriores. Las personas podrán confiar si pueden percibir diferencias creíbles y experimentar consideración y empatía respecto de sus necesidades.

Esta pregunta es central porque evalúa si el proceso vale la pena y define la decisión final de acompañamiento. La respuesta debe ofrecer beneficios claros por el esfuerzo dedicado al proceso. Si las personas no encuentran beneficios esperados, evitarán la participación o el compromiso para llevar adelante el proceso o sostener los cambios.

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