Julieta Gross, directora de Gross Acoplados
Gross es una fábrica de acoplados, semirremolques y carrocerías con sistema de gestión y calidad certificados.
Terminamos un año bueno. Pero si ponemos en la balanza la extrema dedicación al trabajo que requirió, hubo demasiado desgaste y se pierde la proporción de lo que se hace y lo que se recibe. El esfuerzo es demasiado y no compensa la forma en que podemos crecer, ni en resultados económicos ni en las satisfacciones, que van más allá de lo económico.
Nosotros consolidamos nuestro proyecto y comenzamos en estos últimos meses a construir una nueva nave industrial de 6.500 m2 en un primer tramo, a la que se sumará otra de 3.800 m2 en el segundo tramo. El objetivo es tenerla lista en el primer trimestre de 2023.
Las ganas emprendedoras están intactas. Nacimos con el motor de generar y hacer. Buscamos mil veces las vueltas necesarias para salir adelante. La pasión por el hacer en tiempos tan complejos con una coyuntura que tira para atrás, no desaparece. Pero cuando racionalizamos lo que hacemos, se piensa que es injusto para los hacedores vivir con tanta incertidumbre, volatilidad y preguntas constantes. Y, sin embargo, encontramos respuestas saliendo hacia adelante constantemente.
La planta de personal creció un 12% este año y estimamos que el año próximo necesitaremos crecer otro 30% aproximadamente.
Nuestro sector atraviesa uno de los peores momentos. Está hostigado desde el Estado con obligaciones desmesuradas, burocracia y cambio permanente de reglas de juego. Veo una intervención cada vez más grande del Estado en la economía. La clase política nos hace responsable a los empresarios del aumento de precios; el sector sindical participa en esta lapidación con un discurso clasista, siempre cargado de un contenido ideológico que no tiene nada que ver con las relaciones emanadas de un contrato de trabajo; y también, somos acosados por la justicia laboral, que no tiene una posición neutral y ampara reclamos extravagantes fallando siempre contra los empresarios.
Hay un crecimiento significativo del sindicalismo en una alianza muy clara con la clase política. Me preocupan las organizaciones sociales, los movimientos de izquierda que los últimos años han logrado espacios insospechados al asumir representaciones nuevas y captar una cantidad millonaria de recursos con el falso discurso de combatir la pobreza. Llegamos hasta aquí con caudillos políticos, sindicales, sociales y una burocracia estatal que, para quedarse en el poder, buscan conquistar sectores de la justicia y tienden puentes con sectores marginales de la sociedad.
Me sorprende el silencio de las organizaciones gremiales empresarias. El miedo a las represalias. No se sale de lo políticamente correcto. Las instituciones intermedias no hablan ni se pronuncian ni se juegan, y eso es preocupante.
Me preocupa la involución en las libertades para todas las actividades del sector privado. Esto de recurrir por parte del Estado al chantaje y la manipulación para silenciar cualquier voz que sea distinta. Me asombra el miedo de los empresarios de decir realmente lo que piensan y enfrentar a los gobiernos.
La mala imagen que seguimos teniendo los empresarios en la sociedad crece y cada vez es más amplia por culpa de algunos dirigentes sectoriales que canjearon sus silencios por contratos, beneficios fiscales, licencias o líneas especiales de créditos. La sensación de que “somos los malos” me parece que es injusta para la gran mayoría que estamos muy lejos de esa realidad. Esa imagen se ha construido en décadas, pero desde 2008 se ha ido incrementando con un discurso agresivo desde los gobiernos hacia los empresarios, la gente lo ha comprado y el sector lo permitió. Claramente no somos todos iguales.
La realidad que nos topamos hoy es que el sector empresario no tiene voz ni voto. Tiene una dirigencia temerosa que busca sobrevivir hasta que aclare… “pasar el invierno”. Se necesita un sector unido, protagonista de las discusiones, fomentando el espíritu emprendedor y federal. Con propuestas claras para mejorar la economía y la competitividad. Que potencie la investigación y la innovación tecnológica de las empresas, promoviendo la formación y protegiendo el medio ambiente. El camino es por ahí, pero estamos lejos de esa utopía.
En lo económico, me preocupa el déficit tan alto, la aceleración del gasto público y mucho más en un contexto de elecciones. Me preocupa que no entiendan que el sector privado es la única clave para el desarrollo.
El 2023 será un año de muchas dificultades. Habrá que tener ordenada y saneada la empresa. Será un año para aprender y buscar un crecimiento interno en cada una de ellas. Tal vez no se puedan concretar todos los planes que uno tiene, lo que no significa dejar de crecer o invertir, sino hacerlo a otro ritmo. De eso se trata la adaptación. Estamos con una sequía que castiga al sector agropecuario. Además, el parque de camiones no se ha incrementado como la demanda lo necesita y nuestra industria está ligada directamente al campo y que haya más camiones también es determinante.
El año próximo no quedan dudas que será intenso y muy complejo. Eso no significa que habrá baja actividad, sino que será muy desafiante. Estamos en un momento de gran inestabilidad. El salario está muy deprimido, por lo que ayudamos a través de bonos de productividad a compensar un poco esa caída. Nadie hace un esfuerzo por dejar de tironear para buscar acuerdos en común. Será muy difícil de esta manera.
Nosotros seguiremos trabajando arduamente. La planta sigue produciendo sin bajar el ritmo de siempre y hemos logrado un stock de 120 unidades disponibles para entrega inmediata, por lo que ampliaremos nuestra capacidad comercial instalándonos con local propio en uno de los puntos neurálgicos para el campo argentino.