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Entre Ríos, el estado al que le robaron la luz

Por

Elbio Woeffray

Ingeniero y escritor

Este libro obedece a mi propia historia, que fue madurando desde mi infancia, cuando veía a mi papá, (entonces empleado de Agua y Energía Eléctrica), atender en nuestra casa donde tenía su oficina (gratis, aclaro) la distribuidora los reclamos por falta de luz eléctrica, a cualquier hora y cualquier día de la semana.

Orgulloso mi viejo de su condición de servidor público, nunca reclamó por ese trabajo, muchas veces ingrato.

También formó mi vida adolescente hacer “changas” para mi viejo, como ayudarle a cambiar focos de las esquinas de las calles, o a tomar estado de medidores, ya que era escaso el personal a su cargo. Un sentimiento de ser partícipes de un servicio esencial a la vida de la comunidad fue llenando mi espíritu. Con mucho dolor vi a mi padre perder la salud ante la privatización donde le “regalaron” la distribución eléctrica a los americanos, salud que le costó un linfoma que lo llevo a su final. Murió en servicio. 

Eso me enseñó a querer a este mundo, de cables y focos, y a profundizar su estudio, tanto que terminé siendo ingeniero.

Por eso hoy, repensando nuestro país y en particular nuestra colaboración como provincia a este esquema, no puedo dejar de mirar ese paradigma que es la represa de Salto Grande.

¿Por qué este tema, que es el eje central de la cuestión del libro?

En primer lugar, porque se trata de un despojo de una idea, que fue llevada a su concreción por los ciudadanos de Entre Ríos, en especial de Concordia (entre ellos, Bernardino Horne*), para traer desarrollo a la región, propiciar la navegación, regar el interior de la provincia y amortiguar las crecientes.

Esta idea fue “robada” por la Nación con un propósito muy claro. De todas las demandas originales, solo una: generar energía.

¿Para qué? Para desarrollar el AMBA porteño, industrial y urbanísticamente con energía barata.

Para eso era necesario que la represa aportara su energía a un precio absolutamente ridículo, que amortiguara los costos de generación de las centrales Puerto y Costanera, con ciclo térmico.

El costo de esa maniobra, discutible según los criterios, pero tomando cualquier base razonable, en 40 años de uso, más de 3.000 millones de dólares que dejaron de pagar a la represa y por ende a Entre Ríos, beneficiario de sus regalías.

Este esquema que se repite hasta hoy, tuvo un ingrediente todavía más explosivo. A partir de 2004 se vio que subsidiar las tarifas en grandes centros urbanos era un gancho electoral irresistible para ganar elecciones. Y así se organizó un “despegue” del costo de generación del costo pagado por el usuario. El resultado: facturas de luz en el AMBA tres veces más baratas que en Entre Ríos.

La idea del libro es hacer aportes para cómo recuperar ese despojo. Y también ideas para llevar adelante con esos recursos.

En particular, creo que es imprescindible reclamar nuestro derecho a la propiedad de la represa, como se fundamenta en el libro. Pero me quiero detener en el título, que no es ambiguo.

El peor daño realizado a la provincia fue que nos robaron “la luz” para ver el futuro, la que ilumina el sendero hacia la prosperidad. ¿Cómo? Minimizando el hecho consumado, transformándolo en “una realidad cotidiana”, que al igual que los que sufren del Síndrome de Estocolmo, nos lleva a aceptar y hasta querer a los responsables.

Cómo salir de este pozo que nos lleva a la incongruencia de tener a los pies de la represa a la segunda ciudad más pobre del país, cuando solo debía recibir beneficios.

Antes eran fusiles americanos mandados por Sarmiento. Ahora son las resoluciones de un organismo nacional (ni siquiera homologados por la Legislatura entrerriana) los que nos condenan a la pobreza. No hace falta violencia para cambiar esta situación, hace falta coraje.

Ojalá este libro sirva para unirnos, aunque sea en esta causa.

En 1936 presentó un proyecto de Ley ante la Cámara de Diputados de la Nación cuyos cuatro objetivos fundamentales eran la navegación, el aprovechamiento de energía eléctrica, la irrigación y el control de los efectos de las crecientes. Entre 1931 y 1935  fue Ministro de Hacienda, Justicia e Instrucción Pública de Entre Ríos con el Gobernador Luis Etchevehere. En ese período se crea el Banco de Entre Ríos. Fue Secretario de Agricultura de la Nación de Frondizi, dos veces diputado nacional y ferviente impulsor del cooperativismo entrerriano.

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