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Somos los campeones mundiales en administrar nuestra pobreza política

La Anticipación Estratégica se ha desarrollado, ha crecido y tomado un lugar muy importante en los últimos diez años. Sin embargo, es un concepto poco transmitido, informado o utilizado ni en los sectores públicos ni privados.

Por Roberto Trevesse
Licenciado en periodismo y comunicación

Estamos en mayo 2023 y todavía se barajan candidatos como si fuera un mazo de cartas. Todos los caminos van directos a una pregunta ¿En qué cargo sigo yo? Nadie se quiere ir, todos creen que pueden, que saben y que se merecen quedarse. La deshilachada y dispersa ciudadanía que todavía le queda un poco de dignidad, tiene en sus manos la posibilidad de “castigar” con su voto a la inoperante clase política. El tema no es fácil, pero hay que encontrar nuevos líderes dispuestos a reconstruir una Argentina golpeada, sin futuro, sin esperanza.

40 años de democracia cumpliremos en diciembre venidero y no vemos la luz que nos guíe a salir de la postración en que nos encontramos. ¿Qué nos pasó? No hay una sola respuesta y ninguna nos satisface.

Como es posible que no podamos coincidir en un programa económico y social sancionado por el pleno del congreso nacional, el cual debería ser ejecutado por el nuevo gobierno ungido en las urnas y quien tendrá que cumplirlo a rajatabla.  

Un amigo me preguntaba por qué a los argentinos les cuesta tanto ser demócratas, pluralistas y amantes de la libertad. Yo le agregaría por qué nos cuesta tanto ser republicanos, federalistas y antipersonalistas. ¿Por qué necesitamos ser conducidos por un líder populista de derecha o de izquierda, como si fuéramos un rebaño?

Un amigo me preguntaba por qué a los argentinos les cuesta tanto ser demócratas, pluralistas y amantes de la libertad. Yo le agregaría por qué nos cuesta tanto ser republicanos, federalistas y antipersonalistas. ¿Por qué necesitamos ser conducidos por un líder populista de derecha o de izquierda, como si fuéramos un rebaño?

No hay que olvidar y terminar de aprender que el republicanismo no es solo la división de poderes, sino también es austeridad.

Debemos reconocer –aunque nos duela- que estamos en un profundo pozo y miramos con indiferencia, el desesperante aumento de la pobreza y el terco desmanejo de la inflación.

Si bien eluden o deslindan responsabilidades, los medios hegemónicos tienen una desconexión con la realidad que supera nuestra imaginación y donde el protagonista principal en cualquier rubro o tema es el cholulaje que se muestra como tal. Toda la información que se brinda, real o ficticia, se la presenta como un espectáculo, como si todo estuviera libretado, para un lado o para el otro.

El grado de dominación que sufrimos los argentinos, no queremos verlo o no nos damos cuenta, es de una gran magnitud. Hoy exhibimos una presión tributaria récord con una estructura que penaliza la producción, las exportaciones y la generación de empleo.

¿No deberíamos vivir de otra manera? No hay semana que no se vaya a visitar a las autoridades del FMI. Avión va, avión viene, pero cada vez debemos más. Encima nuestros economistas mediáticos nos explican casi a diario y hasta el cansancio, como se resuelve la deuda, como se acuerda con el FMI y como se baja la espantosa inflación, con el agravante que cada día que pasa destruye social y económicamente cientos de hogares argentinos.

A esto hay que agregarle que tenemos un presidente que hace tiempo renunció a sus facultades como tal. Parece un huésped que visita la Casa Rosada o la quinta presidencial de Olivos. ¿Por qué no tiene la dignidad de renunciar? y se vuelve al departamento en Puerto Madero que le prestaba el empresario publicitario Enrique Albistur. Al menos –ahora es tarde- en su momento hubiera sido un gesto de dignidad. El año que viene no podrá caminar por las calles de nuestro país.

En paralelo, la vicepresidenta debe estar pasando por un estado depresivo como nunca antes. En su último discurso en el teatro argentino de La Plata (hasta hace poco eran concentraciones multitudinarias a cielo abierto) se dio cuenta que no tenía nada nuevo que decirles a sus fieles jóvenes seguidores. Tampoco mostró un ápice en señalar que ella lo “inventó” a Alberto Fernández y se desentendió y criticó a este gobierno como si nada tuviera que ver con él. Como mínimo, su postura es inexplicable e inexcusable.

Aunque ella no lo acepte, más allá de los evidentes esfuerzos que el kirchnerismo ha hecho para desentenderse de este desastre, este fue el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

La realidad es que nos multiplicaron el valor del dólar por mil, nos hundieron con la inflación, llevaron a más de 5 millones de argentinos a vivir en villas miseria, a que la mitad del país sea pobre y en realidad podría escribir varias páginas de las malas decisiones e ineptitudes de este gobierno “nacional y popular”.

Aunque ella no lo acepte, más allá de los evidentes esfuerzos que el kirchnerismo ha hecho para desentenderse de este desastre, este fue el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

La ignorancia cívica de gran parte de nuestro pueblo argentino, no tiene parangón en gran parte de América Latina. Tengo suficiente edad para manifestarles que es el peor de la historia argentina, solo superado por Cuba, Venezuela y Nicaragua.

No creo equivocarme, porque tenemos un pueblo que no tiene claro sus ideales, sus proyectos de vida y sus conocimientos cívicos dejan mucho que desear.

Tendremos que hacer un gran esfuerzo para llegar primero a las PASO y luego a la elección general, pero es nuestra obligación moral hacerlo. La Argentina nos reclama, nos exige un drástico cambio de rumbo.

Durante lustros nos hicieron creer que el único que nos podía gobernar era el peronismo. Transcurrieron 70 años y vemos que –al menos por un tiempo- el movimiento que inventó Perón y que en la era Kirchner permitió en sus cuadros políticos, la infiltración comunista, está debilitado y resquebrajado.

No podemos hacer futurología, pero reencausar el sistema democrático, reducir la corrupción en los estamentos gubernamentales, combatir la droga organizada y lograr disciplinar en libertad a los argentinos, serán aspectos esenciales y prioritarios a partir de diciembre 2023. A quien le toque gobernar, si no lo hace en serio, será el fin de un país que una vez tuvo un proyecto que lo llevó a estar entre los 10 mejores países del mundo.

La descomposición está a la vista y no podemos mirar para el costado. Es hora que los que fracasaron y allí también hay muchos opositores funcionales al poder, den un contundente paso al costado, demostrando un sincero renunciamiento.

De Javier Milei solo voy a opinar que es una incógnita, al que podríamos calificar como alguien que –supuestamente- tiene una adhesión de miles de argentinos, pero que, es más una cuestión emocional que ideológica y que en varias provincias no logra formar estructuras partidarias detrás de él. Ni siquiera llevará en numerosos distritos, candidatos a gobernadores ni candidatos a intendentes de capitales de Provincia. Además, es alguien que si bien tiene una formación sólida es demasiado excéntrico, siéndole muy útil a la televisión, como protagonista de los programas de los medios hegemónicos. Y a los hechos me remito. Se apoyan mutuamente, creando un personaje vaya a saber por qué.

No estoy exagerando un ápice y no quiero cerrar la nota, si no recordamos un hecho trascendental ocurrido en 1995 que nos parecía exagerado y no creímos que tan lejos iba a llegar.

Me refiero a Carl Edward Sagan, quien fue un astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astrobiólogo, escritor y divulgador científico estadounidense, quien nació en noviembre de 1934 y falleció en diciembre de 1996.

Sagan fue responsable de popularizar la ciencia como quizás ningún otro científico y divulgador en el siglo XX, con su serie Cosmos. En su último libro, “El Mundo y sus demonios”, escrito en 1995, en los albores de Internet, manifestó una notable preocupación por el estado de la cultura en su país. Vio claramente que la educación científica de la población era deficiente y sobre todo observó que los medios masivos de comunicación contribuían, ya en esa época, a crear un estado de ignorancia. Predominaba entonces la cultura chatarra y Sagan creía que esta situación podía tornarse cada vez peor.

Y mal que nos pese, por no escuchar a los que saben y dejarnos engañar por las luces de colores, no solo ocurrió, sino que se multiplicó exponencialmente.

La lucidez de Sagan a través del tiempo transcurrido es increíble. En el libro citado escribió “Preveo cómo será la época de mis hijos o nietos. Estados Unidos será una economía de servicio e información; casi todas las industrias manufactureras clave se habrán desplazado a otros países; los temibles poderes tecnológicos estarán en manos de unos pocos y nadie que represente el interés público se podrá acercar siquiera a los asuntos importantes; la gente habrá perdido la capacidad de establecer sus prioridades o de cuestionar con conocimiento a los que ejercen la autoridad; nosotros aferrados a nuestros cristales y consultando nerviosos nuestros horóscopos, con las facultades críticas en declive, incapaces de discernir entre lo que nos hace  sentir bien y lo que es cierto, nos iremos deslizando, casi sin darnos cuenta, en la superstición y la oscuridad. La caída en la estupidez de Norteamérica, se hace evidente… en la lenta decadencia del contenido de los medios de comunicación…”.

Pasaron 28 años de aquel tremendo anticipo de lo que iba a suceder y no solo pasó, sino que se multiplicó varias veces la visión de Sagan, redes sociales incluidas. Yo creo que el destino le dará a los más jóvenes una oportunidad. La que no nos dieron a nosotros o no supimos o no quisimos conseguir. Por eso creo que, si no cambiamos drásticamente el rumbo, la Argentina está perdida.

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